Mi pasión por las flores viene desde niña. Ya de pequeña recogía pequeños ramos en el pueblo de mi abuela y los colocaba por toda la casa.
En las primeras bodas de amigas, me tomaba mi tiempo para buscar un bonito centro de flores secas para regalarles. Recorría varias floristerías hasta encontrar el que me gustaba.
Pasé varios años haciendo centros de flores secas en casa como un hobby, hasta que un día, mi vecina me dijo: “Tienes que dedicarte a esto, se te da de fábula.” Ella misma habló con un florista que conocía y me envió a trabajar a su tienda.
Y hasta el día de hoy, llevo ya 26 años en este apasionante mundo, de los cuales 25 como autónoma
Soy muy feliz trabajando en algo que amo. Si no fuera por el exigente horario que conlleva este negocio, podría decir que voy a disfrutar, no a trabajar.
Los floristas creamos sensaciones con nuestros trabajos; es un lenguaje universal que sirve para comunicarnos en todo el mundo. Mi mundo interior lo plasmo a través de mis flores, y cada creación es única para mí. Me siento artista, y cada vez que alguien se va contento con su centro floral, es como si me aplaudieran desde un escenario.
